Cerca del 70% de los varones acuden solos a la consulta de disfunción sexual. Muchos prefieren disimular su problema y otros buscan “responsables” de su enfermedad. La mayoría de veces, el varón espera que el médico pregunte al respecto y otras veces, maquilla los síntomas o los justifica por temor a sentir que ha perdido la virilidad.
La pareja es el primer testigo de la disfunción sexual. En las etapas iniciales, es probable que calle y comprenda, aun sintiéndose herida y desplazada por la duda de si, todavía, será atractiva para su pareja. Posteriormente, con la ira acumulada, tiende a culpar al varón de ser infiel o de no estar comprometido con la relación. Este es un círculo de lesión que no termina sino cuando el paciente y su pareja comprenden que la disfunción sexual es un problema de salud.
En la consulta es frecuente escuchar “no logro satisfacer a mi pareja”. Este sentir, es un enorme fardo en la espalda del varón socialmente responsable del éxito de una relación sexual. Si su pareja no lo busca, no lo estimula, no lo apoya; lo más conveniente entonces, será evitar la relación sexual condenada al fracaso. El paciente y su pareja deben saber que el pene no
manifiesta cuánto amor o deseo están implícitos. Las críticas y acusaciones empeoran el cuadro y es indispensable comprender que la disfunción eréctil debe recibir igual trato que la hipertensión arterial, la angina o los infartos cardíacos.
Hay que recordar que durante el embarazo o cuando la pareja está padeciendo de una enfermedad catastrófica, las disfunciones suelen ser solidarias sin que esto implique una infidelidad o un disgusto. Pero también la disfunción puede ser reactiva cuando el varón se siente agredido o amenazado. El amor podría ser suficiente si hay la voluntad para enfrentar cualquier obstáculo.
